El nuevo álbum de Florence + The Machine, «Everybody Scream», se abre como un ritual secreto en el que Florence Welch invita al oyente a un mundo que oscila entre el luto y la magia. Desde el comienzo del mismo nombre, su voz teje una oración gótica, lo que nos obliga a gritar con ella: no es solo una introducción, es un hechizo. La atmósfera es oscura y casi antigua, inundada de susurros de magia, deuda, existencia y muerte.
«Everybody Scream» se abre como un latido en medio de la noche: las voces crean tensión, las cuerdas y los cánticos se elevan como olas, y en el clímax la canción explota en un aullido colectivo. Es una introducción que nos recuerda que la música no es solo sonido sino ritual, un contacto directo con la violencia de la emoción. A esto le sigue «One of the Greats», en la que Welch interpreta su romanticismo lúdico, lanzando una mirada sardónica sobre la emancipación y la desigualdad: las palabras son duras, la melodía casi laríngea, como si desafiara a su propio espejo para competir con el sistema.
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Con «Witch Dance» entramos en una danza de hechizos: un pulso que conecta misterios antiguos y sombras, creando una atmósfera hipnótica y fascinante. Welch ya no solo canta su voz, sino que se convierte en un conducto de secretos y ceremonias, donde el movimiento y el sonido se fusionan. En «Sympathy Magic», la sensibilidad y la tensión se producen con pinceladas sutiles: una canción que comienza con susurros y se «encanta» dentro del clímax, como un palo que despierta otra realidad.
«Perfume and Milk» salpica la narración con sensualidad e infantilismo, atrayéndonos hacia el cuerpo, los olores y la feminidad. Welch se adentra en el pasado de los sentidos como si estuviera inmerso en una memoria suspendida. Sigue «Buckle», donde el ritmo se aprieta, las palabras se estrechan y la música se convierte en una inmersión en aguas más extremas. Las voces y los instrumentos eléctricos luchan por el dominio, mientras que una luz tenue crea tensión.
«Kraken» pronuncia el mar como un impulso oscuro: inspiración, destrucción, amor, como si un monstruo hubiera erosionado las profundidades de la psique y ahora estuviera emergiendo. Welch ya no susurra, truena, y la música la sigue. En «La Vieja Religión», la tradición y la fe regresan, reflexionan, cuestionan. La voz se convierte en un himno a las viejas fuerzas mundanas, pero también en un grito contra los que oprimen.
Con «Drink Deep» te sientes como si estuvieras inmerso en un beso de pasión o pérdida, un océano de amor en el que Welch pide respirar con ella. La música te lleva, tu voz te deja sin aliento. En «Music By Men», la cantante dirige su crítica al género, al poder que tan a menudo guarda en silencio y al costo de crear en un mundo lleno de prejuicios: «Déjame sacar un disco y que no arruine mi vida», dice, y su música suprime la desesperación.
El dúo «You Can Have It All» y «And Love» cierra el viaje con un contrapunto: primero una promesa de aparente finalización: «puedes tenerlo todo», y luego un simple pero absoluto «y amor». Es un regreso al corazón, palabras simples que suenan más pesadas que cualquier drama ritual complejo. Welch permite que la magia fortificada se eche a perder y quede algo humano, desnudo y sensual.
En general, «Everybody Scream» no es una colección de canciones; es un ciclo de transformación: del grito al susurro, del aplastamiento a la resurrección, del trauma a la magia. Welch trata la mortalidad y la decadencia no como un adversario sino como un estilo, un material. Cada pieza se erige como parte de una artesanía con piel del dolor y alas de luz. Una metáfora sonora del cuerpo que se agrietó y resucitó, y de la luz que renace a través de la noche. Al final, cuando las notas se desvanecen, la sensación que queda es que ya no estamos pidiendo ser salvados, estamos pidiendo gritar con ella.



