Rosalía vuelve a convertirse en una visionaria y arquitecta del sonido, con su nuevo álbum «LUX» que tiene algo reservado más allá de los límites de la música pop. Esta obra no es solo una colección de canciones, sino una composición estructurada -organizada en cuatro «movimientos»- que penetra en temas como la mistagogia femenina, la tradición, el lenguaje y la trascendencia.
La compra de este álbum muestra cuánto Rosalía no se compromete consigo misma; después de sus pasos radicales en el flamenco con «Los Ángeles» y «El Mal Querer», y la transformación pop «despojada» de Motomami, LUX llega como un gran avance, no solo como una evolución.
Para muchos críticos, esta es una obra que se mueve entre la experimentación, la estética clásica y la narración pop.
Productos recomendados
-
AUDIO & VIDEO PROMO X TRES MESES
$53,997.00 durante 3 meses -
DESCARGAS X 3 MESES
$48,600.00 cada 3 meses
Rosalía ha editado el álbum como productora ejecutiva y colabora con la Orquesta Sinfónica de Londres bajo la dirección de Daníel Bjarnason, mientras que el trabajo incluye letras en 13-14 idiomas, desde español y catalán hasta latín, alemán, ucraniano y árabe. Cada idioma no es solo una «palabra extranjera» en forma pop, sino una textura sonora, una experiencia y un símbolo.
El álbum comienza con el primer movimiento, donde dominan temas como el sexo, el arrepentimiento y la venganza. Canciones como «Porcelana» se caracterizan por una producción minimalista pero a la vez industrial, que permite que la voz de Rosalía emerja «innecesariamente» y de manera desarmante. La letra «Cada vértebra revela un misterio / Reza en mi columna vertebral es un rosario», de «Divinize», esboza esta relación metafórica entre el cuerpo, lo sagrado y el drama personal.
A medida que avanzamos hacia los siguientes movimientos del álbum, la producción se abre: emerge la sustancia sinfónica, los bucles electrónicos invaden con ímpetu pero también con precisión, los coros y las cuerdas se cruzan con ritmos meta-pop. Canciones como «Dios en un stalker» y «La yugular» unen lo instrumental con lo sintético, demostrando que Rosalía no tiene miedo de romper con los caminos trillados.
Al mismo tiempo, sin embargo, no pierde sus raíces: la tradición flamenca no se abandona. Por el contrario, se transforma. En «La Rumba del Perdón», el más grande de los movimientos deja clara su relación con el arte de los puentes entre la tradición y la renovación: las cuerdas, los ritmos, la voz trabajan juntos para recordarnos ese momento en que Rosalía se convirtió en una especie de disruptora.
El uso del lenguaje como «textura» es uno de los elementos más atrevidos del disco: cuando la voz de Rosalía canta en más de 13 contextos lingüísticos diferentes, el lenguaje se convierte en un medio y no solo en un medio de expresión. Es material, es color, es importante. Y todo esto está respaldado por la sensación de que detrás de la obra hay un viaje personal de la artista: su relación con lo divino, con el cuerpo, con el amor, con el trauma, con el poder.
Todo el álbum funciona como una forma de «pop ritual»: la forma pop se desnuda para ser reconstruida nuevamente a través de baladas, piezas sinfónicas y muestras electrónicas que se acercan a lo devocional. Así que, si en discos anteriores buscábamos «si va a batear», aquí el reto es diferente: «¿se quedará dentro de ti?». Y Rosalía hace la apuesta: no con la pista de radio fácil, sino con el comentario sobre sí misma y su lugar en el mundo.
La elección de estructurar el álbum en cuatro movimientos parece una forma clásica, como una sinfonía, y esto no es una coincidencia. Cada movimiento se abre, alcanza su punto máximo, va a otro lugar. Este sentido está orquestado con la misma precisión que uno esperaría de un compositor de música contemporánea.
Igualmente importante es que Rosalía adopta un enfoque de «elige tu propia aventura» como ella ha afirmado: el oyente no está limitado a un camino, sino que está invitado a seguir su propio camino a través del universo de LUX. No es un álbum para escuchar en segundo plano; requiere atención, introspección y participación.
Desde las primeras notas hasta el último aliento, «LUX» ofrece una experiencia. La producción, las colaboraciones (como con Björk e Yves Tumor en «Berghain»), el uso de coros y elementos sinfónicos, los muchos lenguajes, todo apunta a esto: Rosalía toca lo invisible y lo hace tangible. Este no es un álbum que solo quiere ser escuchado; es un álbum que exige ser experimentado.
Como cualquier obra de arte importante, «LUX» no da respuestas prefabricadas. Plantea preguntas. ¿Qué significa la feminidad hoy? ¿Qué significa fe? ¿Qué significa trauma? ¿Qué significa expiación? Y lo que significa que el pop puede convertirse en otra cosa, no solo en la banda sonora de una época, sino en la grabación de una transición.
Al final, Rosalía no solo aterriza en la tierra; como canta: «Cuando Dios desciende, asciendo / Y nos encontraremos a mitad de camino». LUX es este encuentro: entre el cielo y la tierra, entre la voz y el sonido, entre la tradición y el futuro. Y en este camino, Rosalía nos invita a seguir.



